Cronología de la declaración de la independencia de Venezuela 5 de Julio de 1811
julio 2, 2019La mañana del 5 de julio de 1811, el presidente del Congreso comunicaba en sesión pública la posición del Ejecutivo, a quien se había hecho consulta al respecto el día anterior, a favor de la Independencia. En pocas horas, efectuadas las votaciones, y teniendo al presbítero Maya como único opositor, el Supremo Congreso declararía, a las tres horas de la tarde, la absoluta Independencia de Venezuela. Es así como inicia esta cronología de la declaración de la independencia de Venezuela mucho antes del 5 de Julio de 1811.
Una nación politizada
La efervescencia colectiva que animó a las provincias de la antigua Capitanía desde el 2 de marzo, fecha en que entró en sesiones el Supremo Congreso, con representación elegida en sufragios generales y sustituyendo la autoridad de la Junta de Caracas instalada en abril del año anterior, hasta el 5 de julio de 1811, fue el ambiente en que cristalizó la “voluntad general de los pueblos”, la “autoridad popular” delegada y la “dignidad nacional”, que aflorarán como ideas pilares en el Acta declaratoria de la Independencia, definida esta como condición y consecuencia de una plena soberanía y de un recobrado derecho inalienable a la autodeterminación como nación igual entre los países del mundo.
La Junta Suprema de Caracas, al asumir el gobierno autónomo de lo que había sido la Capitanía General de Venezuela, aglutinaba, además de la voluntad de la enorme provincia de Caracas, que arropaba todos los valles y los llanos centrales, las voluntades de las provincias de Barinas, Cumaná, Barcelona, Mérida, Trujillo y Margarita, exceptuando a las provincias de Maracaibo, Coro y Guayana, cuyas autoridades permanecieron leales a la corona. Todas las provincias autonomistas elegirían representantes en consulta popular entre octubre y noviembre de 1810, luego de la convocatoria a un Supremo Congreso Constituyente emanada de la Junta de Gobierno venezolana en junio de aquel año.
Supremo Congreso Constituyente
Es este carácter de multiplicidad política y de cuerpo plural conjugado lo que marcará el primer concepto bajo el cual nació la República venezolana: la Confederación de Estados Libres de Venezuela, cuyo Congreso signará en el Acta del 5 de julio, hasta el día presente, la existencia política e histórica, de hecho y de derecho, de una patria con carácter soberano y dignidad inviolable, superior a todo designio e independiente de todo poder extranjero. Con el Acta de Independencia se plantaba ante el mundo entero un pueblo unido que rompía con el viejo mundo, proclamando su voluntad inquebrantable de vivir y de morir libre. Si bien las deliberaciones y la construcción institucional de la Confederación republicana (que instauró un Poder Ejecutivo y numerosas magistraturas atinentes a los diversos asuntos públicos) tuvieron lugar “entre sotanas y levitas”, en la reclusión en un hemiciclo parlamentario, un país popular y politizado bullía en las afueras, agitando las galerías y las plazas con una avidez de libertades e igualdades que por primera vez cobraba materialidad social y colectiva.
Sociedad Patriótica y el Club de los Sin Camisas
Si los espíritus más cautelosos y conservadores debatían y vacilaban ante la idea de una ruptura radical con España, la voz de un naciente poder popular clamaba y exigía ir más lejos en espacios menos oficiales como la Sociedad Patriótica y el Club de los Sin Camisas, foros abiertos a la participación política masiva. A tal punto esta evidencia se hizo sensible que el Supremo Congreso debió dar muestras de un talante democrático al decretar que “…a pesar de que las más de las sesiones son públicas a fin de que los ciudadanos sean espectadores del interés con que los Representantes del Pueblo discurren y sostienen sus derechos; conviene no obstante, que en los lugares distantes de esta Ciudad, se instruyan también sus vecinos de las materias y asuntos que ocupan al Congreso, y de las decisiones que se acuerden”, inaugurando así una incipiente tradición de parlamentarismo de calle.
Cronología de la declaración de la independencia de Venezuela 5 de Julio de 1811
Sin duda los acontecimientos que originaron la declaración de la independencia de Venezuela del 5 de Julio de 1811, es el resultado de una seria de eventos históricos que fueron abonando el terreno y creando las condiciones sociales para que lideres como Simón Bolívar, Francisco de Miranda y Antonio José de Sucre pudieran levantar las banderas de la libertad y soberanía. Acá te presento una breve cronología de la declaración de la independencia de Venezuela 5 de Julio de 1811
La presión revolucionaria
Las reuniones de la Sociedad Patriótica, asamblea radical inspirada por Francisco de Miranda, la cual se había convertido en un verdadero grupo de presión ante la actitud tímida y moderada del Supremo Congreso, eran populosas y multitudinarias. La Sociedad sesionaba los martes, jueves y sábados, con la asistencia de mulatos, zambos, negros, indios y mujeres, de 8 a 11 de la noche. Un testigo de la época refiere que, al concluir las reuniones, “… salía esta mezcla de hombres y mujeres por las calles con grande alboroto y escándalo, todo lo que sufría y disimulaba el Gobierno por no poderlo remediar; pues al fin la Sociedad Patriótica se componía de la mayor parte de la república toda armada, y sólo dejaba de comprender en su seno a los que eran conocidos con el connotado de Godos, que se tenían por desafectos y opuestos al sistema de independencia”.
Simón Bolívar ¿Acaso 300 años no son suficientes?
Será en su seno donde el joven Simón Bolívar, pasada la medianoche del 3 de julio, pronuncie su primer discurso conocido:
“Se discute en el Congreso Nacional lo que debiera estar decidido. ¿Y qué dicen? Que debemos comenzar por una confederación, como si todos no estuviéramos confederados contra la tiranía extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política de España. ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos decididos a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. ¡Que los grandes proyectos deben prepararse con calma! Trescientos años de calma, ¿no bastan? La Junta Patriótica respeta, como debe, al Congreso de la nación, pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana: vacilar es perdernos”.
Simón Bolívar
La tarde del 5 de julio de 1811, esta piedra fue puesta. El Acta de Independencia, estampada por el Supremo Congreso de Venezuela en el libro de actas que estuvo perdido hasta 1907, es tajante, lúcida y valiente. Tantos meses de dudas entre los augustos representantes parecían haber germinado finalmente en una vigorosa voluntad unánime (salvo por la solitaria contrariedad del clérigo tachirense Juan Vicente Maya) de determinación libertaria.
Ya tenemos Patria, ya tenemos Libertad
La mañana del 5 de julio de 1811, el presidente del Congreso comunicaba en sesión pública la posición del Ejecutivo, a quien se había hecho consulta al respecto el día anterior, a favor de la Independencia. En pocas horas, efectuadas las votaciones, y teniendo al presbítero Maya como único opositor, el Supremo Congreso declararía, a las tres horas de la tarde, la absoluta Independencia de Venezuela.
El júbilo estalló en las barras, ocupadas no sólo por la Sociedad Patriótica sino también por el pueblo asistente, a los gritos de “¡Viva la Patria!”, “¡Viva la Libertad!”. Una manifestación de ciudadanos, a cuya cabeza figuraban Miranda y Francisco Espejo, salió a las calles. Miranda tremolaba en sus manos el pabellón tricolor que en los días siguientes sería adoptado como insignia de la nación.
En sesión vespertina, el Congreso ordenó redactar el Acta de Independencia de Venezuela, a manos del diputado Juan Germán Roscio y del secretario Francisco Isnardi. Esta fue discutida y aprobada en sesión el día 7 y refrendada por el Ejecutivo el día 8. Entonces comenzó a ser estampada con las firmas de los 41 diputados hasta mediados del mes. El 14 de julio el Acta se publicó por bando, en medio de una ceremonia en la que izaron la bandera de la Venezuela independiente los dos hijos del prócer José María España, ejecutado por las autoridades monárquicas en el mismo lugar, la Plaza Mayor, 12 años antes.
Acta de Independencia de Venezuela
El texto del Acta del 5 de julio no puede leerse sin una emoción a la vez actual y antigua. Los representantes del pueblo de Venezuela denuncian sin cortapisas la opresión sangrienta de la conquista imperial española, y aun tienen la nobleza de omitir mencionar los hechos a fin de mantener la elegancia política. Analizan la irreparable crisis nacional española, desnudan la decadencia de los Borbones y se rehúsan a admitir una nueva dinastía monárquica ilegítima y espuria. Desenmascaran a Carlos IV y a Fernando VII como traidores y cobardes. Se rebelan ante las pretensiones de unas cortes que aspiran a seguir dominando en América, de manera inconsulta, en nombre de un “rey imaginario”, y hacen saber al mundo sus intentos de sembrar el caos dentro de un proceso político ordenado y civilista que no ha hecho más que recuperar para su pueblo sus más sagrados derechos. Reivindican para siempre una voluntad popular soberana y una orgullosa dignidad nacional que inscriben a Venezuela entre los países libres del mundo, en condiciones de plena igualdad política y con pleno derecho natural de afirmarse, defenderse y salvaguardarse.
El Acta del 5 de julio tiene el valor de una declaración de principios, indiscutibles y perennes, y a la vez de programa político del destino nacional. Ella encierra los fundamentos del proceso independentista de Venezuela iniciado en 1810 y vigente dos siglos después, cuando el pueblo venezolano ha retomado sus riendas y, de frente a las amenazas de los nuevos imperios, sigue dispuesto a jugarse la vida por la causa de su libertad y su felicidad supremas.
Texto completo del Acta Solemne de la Independencia de Venezuela firmada el 5 de julio de 1811
A continuación te presentamos el texto completo de la declaración de la independencia de Venezuela firmada el 5 de julio de 1811.
En el nombre de Dios todo Poderoso
Nosotros los representantes de las Provincias Unidas de Caracas, Cumaná, Harinas, Margarita, Barcelona, Mérida y Tiuxillo, que forman la confederación Americana de Venezuela, en el Continente meridional, reunidos en el Congreso, y considerando plena y absoluta posesión de nuestros derechos, que recobramos justa y legislativamente desde el 19 de abril de 1810, en consecuencia de la jornada de Bayona y la ocupación del trono español por la conquista y sucesión de otra nueva dinastía constituida sin nuestro consentimiento, querernos antes de usar de los derechos de que nos tuvo privados la fuerza por más de tres siglos, y nos ha restituido el orden político de los acontecimientos humanos, patentizar al Universo las razones que han emanado de estos mismos acontecimientos; y autorizar el libre uso, que vamos a hacer de nuestra soberanía.
No queremos sin embargo, empezar, alegando los derechos que tiene todo país conquistado, para recuperar su estado de propiedad e independencia. Olvidamos generosamente la larga serie dé males, agravios y privaciones que el derecho funesto de conquista, ha causado indistintamente a todos los descendientes de los descubridores, conquistadores y pobladores de estos países, hechos de peor condición por la misma razón que debía favorecerlos y corriendo un velo sobre los 300 años de dominación española en América, sólo presentaremos los hechos auténticos y notorios que han debido desprender y han desprendido de derecho a un mundo de otro en el trastorno, desorden y conquista que tiene ya disuelta la nación española.
Este desorden ha aumentado los males de la América inutilizándole los recursos y reclamaciones, autorizando la impunidad de los gobiernos de España, para insultar y oprimir esta parte de la nación, dejándola sin el amparo y garantía de las leyes.
Es contrario al orden, imposible al gobierno de España y funesto a la América, el que teniendo ésta un territorio, infinitamente más extenso, y una población incomparablemente más numerosa, dependa y esté sujeta a un ángulo peninsular del continente europeo.
Las cesiones y abdicaciones de Bayona, las jornadas del Escorial y de Aranjuez, y las órdenes del lugarteniente, Duque de Berg, a la América debieron poner en uso los derechos que hasta entonces habían sacrificado los americanos a la unidad e integridad de la nación española.
Venezuela, antes que nadie reconoció y conservó generosamente esta integridad, por no abandonar la causa de sus hermanos, mientras tuvo la menor apariencia de salvación.
La América volvió a existir de nuevo, desde que pudo y debió tomar a su cargo su suerte y conservación, como la España pudo reconocer, o no, los derechos de un rey que había apreciado más su existencia, que la dignidad de la nación que gobernaba.
Cuantos Borbones concurrieron a las inválidas estipulaciones de Bayona, abandonando el territorio español contra la voluntad de los pueblos, faltaron, despreciaron y hollaron el deber sagrado que contrajeron con los españoles de ambos mundos, cuando con su sangre y sus tesoros, los colocaron en el trono a despecho de la casa de Austria; por esta condición quedaron inhábiles o incapaces de gobernar a un pueblo libre a quien entregaron como un rebaño de esclavos.
Los intrusos gobiernos que se arrogaron la representación nacional, aprovecharon pérfidamente las disposiciones que la buena fe, la distancia, la opresión y la ignorancia, daban a los americanos contra la nueva dinastía, que se introdujo en España por la fuerza y contra sus mismos principios, sostuvieron entre nosotros la ilusión a favor de Fernando, para devorarnos y vejarnos impunemente cuando más nos prometían la libertad, la igualdad y la fraternidad en discursos pomposos y frases estudiadas, para encubrir el lazo de una representación amañada, inútil y degradante.
Luego que se disolvieron, sustituyeron y destruyeron las varias formas de gobierno de España y que la ley imperiosa de la necesidad, dictó a Venezuela el conservarse a sí misma para ventilar y conservar los derechos de su rey, y ofrecer un asilo a sus hermanos de Europa, contra los males, que les amenazaban, se desconoció toda su anterior conducta, se borraron los principios y se llamó insurrección, perfidia e ingratitud, a lo mismo que sirvió de norma a los gobiernos de España, porque ya se les cerraba la puerta al monopolio de administración, que querían perpetuar a nombre de un rey imaginario.
A pesar de nuestras protestas, de nuestra moderación, de nuestra generosidad y de la inviolabilidad de nuestros principios; contra la voluntad de nuestros hermanos de Europa, se nos declara en estado de rebelión, se nos bloquea, se nos hostiliza, se nos envían agentes a amotinarnos unos contra: otros, y se procura desautorizarnos entre todas las naciones del mundo implorando el auxilio para deprimirnos.
Sin hacer el menor aprecio de nuestras razones, sin presentarlas al imparcial juicio del mundo, y sin otros jueces que nuestros enemigos, se nos condena a una dolorosa incomunicación con nuestros hermanos, y para añadir el desprecio a la calumnia, se nos nombra apoderados, contra nuestra expresa voluntad, para que en sus cortes dispongan arbitrariamente de nuestros intereses, bajo el influjo y la fuerza de nuestro enemigos.
En una dolorosa alternativa hemos permanecido tres años en una indecisión y ambigüedad política tan funesta y peligrosa, que ella sola bastaría a autorizar la resolución que la fe de nuestra promesa, y los vínculos de la fraternidad nos habían hecho diferir, hasta que la necesidad nos ha obligado a ir mas allá de lo que nos propusimos, impelidos por la conducta hostil y desnaturalizada de los gobiernos de España, que nos ha relevado del juramento condicional, con que hemos sido llamados a la augusta representa que ejercemos.
Mas nosotros, que nos gloriamos de fundar nuestro proceder en mejores principios, y que no queremos establecer nuestra felicidad, sobre la desgracia de nuestros semejantes, miramos y declaramos como amigos nuestros, compañeros de nuestra suerte y partícipes de nuestra felicidad, a los que unidos con nosotros por los vínculos de la sangre, la lengua y la religión, han sufrido los mismos males en el anterior orden, siempre que reconociendo nuestra absoluta Independencia de él y de toda otra dominación extraña, nos ayuden a sostenerla, con su vida, su fortuna y su opinión, declarándolos y reconociéndolos (como a todas las demás naciones) en guerra enemigos, y en paz amigos, hermanos y compatriotas.
En atención a todas estas sólidas, públicas e incontestables razones de política, que tanto persuaden la necesidad de recobrar la dignidad natural, que el orden de los sucesos nos ha restituido en uno de los imprescriptibles derechos que tienen los pueblos, para destruir todo pacto, convenio o asociación que no llena los fines para que fueron instituidos los gobiernos, creemos, que no podemos ni debemos conservar los lazos que nos ligaban al gobierno de España, y que como todos los pueblos del mundo estamos libres y autorizados para, no depender de otra autoridad que la nuestra y tomar entre las provincias de la tierra el puesto igual que el Ser Supremo y la naturaleza nos asignan, ya que nos llama la sucesión de los acontecimientos humanos y nuestro propio bien y utilidad.
Sin embargo de que conocemos las dificultades que trae consigo y las obligaciones que nos impone el rango, que vamos a ocupar en el orden político del mundo y la influencia poderosa de las formas y habitudes a que hemos estado a nuestro pesar acostumbrados: también conocemos que la vergonzosa sumisión a ellas, cuando podemos sacudirlas, sería más ignominioso para nosotros y más funesto para nuestra posteridad, que nuestra larga y penosa servidumbre, y que es ya de nuestro indispensable deber proveer a nuestra conservación, seguridad y felicidad, variando esencialmente todas las formas de nuestra anterior constitución.
Por tanto, creyendo con todas estas razones satisfecho el respeto, que debemos a las opiniones del género humano, y a la dignidad de las demás naciones en cuyo número vamos a entrar, y con cuya comunicación y amistad contamos: Nosotros los representantes de las Provincias Unidas de Venezuela, poniendo por testigo al Ser Supremo de la justicia de nuestro proceder y de la rectitud de nuestras intenciones, implorando sus divinos y celestiales auxilios y ratificándole en el momento que nacemos a la dignidad, que su Providencia nos restituye el deseo de vivir y morir libres creyendo y defendiendo la Santa Católica y Apostólica religión de Jesucristo, como el primero de nuestros deberes.
Nosotros, pues a nombre y con la voluntad y autoridad, que tenemos del virtuoso pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al mundo, que sus Provincias Unidas son y deben ser de hoy más de hecho y de derecho Estados libres, soberanos e independientes, y que están absueltos de toda sumisión y dependencia de la corona de España, o de los que se dicen o dijeron sus apoderados o representantes, y que como tal Estado libre e independiente, tiene un pleno poder para darse la forma de gobierno que sea conforme a la voluntad general de sus pueblos, declarar la guerra, hacer la paz, formar alianzas, arreglar tratados de comercio, límites y navegación, y hacer y ejecutar todos los demás actos, que hacen y ejecutan las naciones libres e independientes. Y para hacer válida, firme y subsistente esta nuestra solemne declaración, damos y empeñamos mutuamente unas provincias a otras, nuestras vidas, nuestras fortunas y el sagrado honor nacional.
Dada en el Palacio federal de Caracas, firmada de nuestra mano, sellada con el gran sello provisional de la Confederación y refrendada por el Secretario del Congreso a cinco días del mes de julio del año de mil ochocientos once, primero de nuestra Independencia.
Juan Antonio Rodríguez Domínguez, Presidente Diputado de Nutrias. Luís Ignacio Mendoza, Vice-Presidente Diputado de la Villa de Obispos.
POR LA PROVINCIA DE CARACAS: Isidoro Antonio López Méndez, Diputado de la Capital. Juan Germán Rostió, Diputado por la Villa de Calabozo. Francisco Javier de Uztáriz, Diputado de San Sebastián. Fernando de Peñalver, Diputado de Valencia. Salvador Delgado, Diputado de Nirgua. J. A. Díaz Argote, Diputado de la Villa de Cura. Juan José de Maya, Diputado de San Felipe. José Vicente de Unda, Diputado de Guanare. Felipe F. Paúl, Diputado de San Sebastián. Nicolás de Castro, Diputado de Caracas. Gabriel Pérez de Pagóla, Diputado de Ospino. El Marqués del Toro, Diputado del Tocuyo. Gabriel de Ponte, Diputado de Caracas*. Luis José de Cazarla, Diputado de Valencia. Francisco Javier Yanez, Diputado de Araure. Fernando Toro, Diputado de Caracas. Martín Tovar Ponte, Diputado por San Sebastián. Juan Toro, Diputado de Valencia. José Ángel Álamo, Diputado de Barquisimeto. Francisco Hernández, Diputado de San Carlos. Lino de Clemente, Diputado de Caracas.
POR LA PROVINCIA DE CUMANA: F. Javier de Mayz, Diputado de la Capital. Mariano de la Cova, Diputado del Norte. José Gabriel de Alcalá, Diputado de la Capital. Juan Bermúdez, Diputado del Sur.
POR LA PROVINCIA DE BARINAS: Juan Nepomuceno Quintana, Diputado de Achaguas. José de Sata y Rusy, Diputado de San Fernando. Ignacio Fernández, Diputado de Harinas. Ignacio Briceño, Diputado de Pedraza. Ramón Ignacio Méndez, Diputado de Guasdualito. José Luis Cabrera, Diputado de Guanarito. Manuel Palacio, Diputado de Mijagual.
POR LA PROVINCIA DE BARCELONA: Francisco de Miranda, Diputado del Pao. Francisco P. Ortiz, Diputado de San Diego, José María Ramírez, Diputado de Aragua.
POR LA PROVINCIA DE MARGARITA: Manuel Plácido Maneiro, Diputado de Margarita.
POR LA PROVINCIA DE MERIDA: A. Nicolás Bríceño, Diputado de Mérida. Manuel Vicente de Maya, Diputado de La Grita.
POR LA PROVINCIA DE TRUJILLO: Juan Pablo Pacheco, Diputado de Trujillo.
Francisco Isnardi,
Secretario.
* Por haber quedado impedido de firmar a causa de la herida que recibió en la jornada de Valencia, el Señor Ponte firmó con un signo.
Fuentes